210 x 295 mm

DIN A4, 100% reciclable, etiqueta ecológica, apta para todo tipo de impresión, alto grado de blancura, superficie satinada, papel de excelente calidad. Era una entre muchas más, alto grado de blancura, superficie satinada; en definitiva, papel de excelente calidad.

Estaba hacia la mitad del montón, era la 386 de un paquete de unas 500 hojas, todas iguales a primera vista. Sin embargo, cada una nada tenía que ver con las demás. Igual peso y dimensiones, sí, pero cada una con sus inquietudes, ilusiones, expectativas… No es lo mismo emparentar con la letra gótica de una refinada pluma, que ser borrador de un colegial. Acabar estrujada en la papelera con una cuenta mal hecha, que estar colgada en la pared portando un diploma de licenciatura que amarilleará con dignidad años después.

La 386 esperaba en la bandeja de una impresora de última generación, enseguida llegaría su turno. Al menos, cataría la tinta, incluso quizá hasta los colores. Se sentía algo excitada y nerviosa, oía el sonido rítmico de la máquina. Decían que no dolía, pero no pudo evitar tensarse mientras el aparato la iba fagocitando, casi consiguió relajarse hasta que… Un momento ¿cómo podía ser? Apretó las esquinas, contuvo la respiración y frunció el ceño, tanto se arrugó que atascó la entrada de la impresora, el toner enmudeció y por contagio los rodillos y hasta la corriente eléctrica se paralizaron. La 386 acababa de empezar una auténtica guerrilla. Toda revolución se inicia con un pequeño gesto y ella había decidido que nunca sería carta de despido.

Relato registrado bajo licencia internacional Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – SinObraDerivada 4.0